martes, 1 de septiembre de 2009

3. EL NUEVO PARADIGMA

El conocimiento, como paradigma de un desarrollo humano sostenible, debe ser entonces uno de los motores que impulse el crecimiento y desarrollo económico de una nueva sociedad en construcción.

El avance histórico de la CyT ha contribuido para el progreso de los pueblos, tanto en la parte económica, como social, cultural, etc. Con su concurso, se han desarrollado las telecomunicaciones, las industrias, la energía, la salud, la educación, y así un sinfín de ámbitos del saber. Al mismo tiempo, la CyT poseen una dimensión antropológica y cultural. La cultura es un modo específico del “existir” y del “ser” como sociedad y las actividades de investigación son factores que generan un impacto significativo en la configuración de los patrones culturales de la misma. La mayor o menor inversión de un país en Ciencia y Tecnología, sus resultados, son un elemento esencial para medir la calidad intelectual como grupo humano. Al mismo tiempo el impulso a la Investigación Básica, contribuye también decisivamente a la sostenibilidad y capacitación del propio esfuerzo del sistema científico y tecnológico. El impulso a la CyT tiene que ser una iniciativa no aislada, no tratada en círculos minoritarios, en círculos exclusivos. Llegar a un crecimiento económico sostenido, a unos parámetros ambientales de primera, o tener instituciones científicas y tecnológicas eficaces no son objetivos en sí mismos, sino medios e instrumentos al servicio del crecimiento socio económico de la sociedad en general.

De otro lado, la pertinencia social que debe tener la CyT es algo que no se discute. El desarrollo socio económico, el progreso social implica que se deben n garantizar instrumentos necesarios que permitan generar nuevos conocimientos que den respuesta efectiva a las crecientes demandas de la ciudadanía para que tenga mejores condiciones de vida, como mejor salud, mejor educación, mejores servicios sociales. Se necesita conocimiento para saber implicar a nuestros jóvenes en el nuevo modelo social; conocimiento para saber integrar plenamente a los actores procedentes de entornos sociales, económicos y políticos diferentes al nuestro.

Asimismo, existe otro aspecto que debe ser resaltado, y es que la ciencia hoy en día ha sido cuestionada en su supuesta neutralidad. Hay autores que creen que la neutralidad de la ciencia debe ser matizada, como afirma el investigador Carlos Verdugo Serna en su clarificador artículo “El mito de la neutralidad de la ciencia”, acá la cita textual: “Es difícil atacar la tesis de la neutralidad valorativa de la ciencia sin enfrentarse a la sospecha de estar defendiendo posiciones oscurantistas, retrógradas o irracionales. Pero, a pesar de ello, tal tesis requiere ser examinada, en primer término, porque hay buenas razones para pensar que una interpretación cerrada de ella es insostenible y, en segundo lugar, debido a que continúa siendo usada para evitar o disminuir la responsabilidad socio-ética de los científicos puros. Después de todo, piensan algunos, si la búsqueda de la verdad o del conocimiento puro es moralmente neutral, sus actividades de investigación también lo son.". Verdugo (1997).

En este sentido, el físico francés Jean Marc Lévy-Leblond se muestra contrario a la idea de la neutralidad de la idea basándose en cuatro puntos: a) Los científicos, que rechazan la responsabilidad de las consecuencias nefastas de su trabajo, reclaman en cambio elogios y reconocimiento por los efectos positivos; b) La ciencia sería neutra si fuera una forma de conocimiento puro, al margen de influencias externas, pero existen multitud de intereses que influyen en las investigaciones; c) Ni la ciencia escapa a las influencias directas de los condicionantes sociales ni los científicos se encuentran al margen de la sociedad, y d) La idea de neutralidad sería cierta si el balance entre posibles beneficios y perjuicios sería equilibrado, pero las estructuras sociales actuales hacen que los segundos sean más probables. En definitiva, según este autor, el conocimiento no se obtiene de forma totalmente objetiva porque el contexto social determina la producción científica, “sobre todo en nuestra época, en la que la mayoría de los trabajos de investigación necesita inversiones financieras y humanas considerables”. Lévy-Leblond (2002).

En todo caso el cambio de época también implica el cambio en la lógica del pensamiento y de la actuación científica, por lo que habría que preguntarse: ¿Para qué investigamos? ¿Por qué investigamos? ¿Para quién investigamos? ¿Sólo para satisfacer mi condición de “investigador activo”, obtener tal reconocimiento del sistema, y redondear mis ingresos? Por tanto hay que plantearse la necesidad de la pertinencia social de la investigación, tanto en la producción de conocimiento, como respuesta a las necesidades urgentes de la sociedad. Así como interrogarnos seriamente ¿cómo podemos incidir de una manera significativa en la construcción de una sociedad diferente? Por tanto estamos obligados a pensar y revisar críticamente los las políticas y programas de investigación programas, valorar sus impactos en la producción del conocimiento y la utilidad de este nuevo conocimiento.

En este contexto, la pertinencia social de la CyT tiene tres vertientes: la primera, que la ciencia no puede ser neutral. Segundo, que el investigador debe estar claro con la vinculación social que deben tener los resultados de su investigación; y tercero, y que el conocimiento debe ser puesto al servicio de la sociedad en general, para su progreso y desarrollo. En este sentido el nuevo paradigma debe ser: “hay que poner a disposición de las mayorías el conocimiento de las minorías”.

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